Siempre es más fácil perdonar a los demás que perdonarnos.
A mi misma me debo muchas disculpas, porque no se puede dar vuelta una página sin haberse perdonado a uno mismo.
Cargamos mochilas llenas de faltas propias y que la única manera de aliviar la carga es mirando hacia adentro y perdonándonos por las mil veces que nos fallamos a nosotros mismos.
Me perdono por las cosas que no me atreví a vivir por cobarde, por las veces que no me jugué y por las que me jugué cuando no debia.
Hoy me perdono, por no ser sincera y haberme callado cuando debería haber gritado a los cuatro vientos lo que estaba mal, por las veces que tiré mi dignidad al barro solo por conservar la paz, una paz que no me hacía feliz.
Me perdono por no haberme priorizado cuando era necesario y dejar que como prioridad ,una fila de demandas que satisfacer que nada tenían que ver con lo que yo quería, me gobernara.
Me perdono por los errores que cometí, esos errores que han traído a mi vida mas angustias y penas que alegrías.
Me perdono por las veces que vendí mi paz y mi sosiego buscando una salida o quizás solo quería sentirme un poco viva cuando la vida me ahogaba.
Me perdono por haber abandonado sueños por comodidad, por creerme siempre que no merecía más que lo que tenía, por haber creido tan poco en mi, por haber dejado que me convencieran que no podía brillar.
Me perdono por no haberme amado lo suficiente como para saber que todo se puede alcanzar cuando uno cree en si mismo y pelea por salir adelante.
Me perdono por las veces incontables que me desmerecí, por las que no creí en mi, por lo que no me valore, por las veces que me fallé, por las veces que me juzgué y sobre todo por todas las condenas que cargué y no eran mias.
Me perdono porque he perdonado a muchos pero dejé para lo último perdonarme a mi.
K
